Debo confesar y sin vergüenza alguna, que aquí lloré:
"...Después de su partida, sentí un gran alivio. Me habían quitado un peso enorme. Pero no me perdono por sentirlo."
Lo hubiese podido decir yo, sin permitir sentirme culpable.
Estando mi papá enfermo y con 90 años, las crisis dolorosas eran seguidas y duraban noches completas; a todos nos afectaba, a mi hermano, su esposa, a mi mamá y a mí; y yo menos que los otros pues solo me quedaba en su casa para ayudarles unos tres o cuatro días, no más, pues vivo en otra ciudad y no podía dejar de trabajar.
Él sabía y sabe cuánto lo amamos y lo consentimos hasta el último momento, pero, cuando murió, el 17 de octubre que pasó, todos sentimos alivio...
Una realidad que no es ocultable.
Me parece tan normal que un estresor tan grande como el padecimiento de un ser que amamos, al desaparecer, nos active emociones de tranquilidad, pero así es...
Ni por un momento he dejado que los de mi casa sientan culpa porque "se haya acabado el tormento", como podría verse de mala fe y desde fuera, porque esa reacción es fisiológica.
Ni por un segundo le he permitido a la culpa que ocupe puestos que solo debe ocupar el amor inmenso y el sacrificio que hacemos por los que amamos.
Es hora de poner a la culpa en su lugar y reconocer esa humanidad biológica tan completa y compleja que tenemos para sobrevivir en un mundo material.
No dejo de pensar en cuánto nos quejamos, en cuánto decimos que no podemos con algo, no dejo de pensar en eso después de leerte.
Gracias por esta confianza; no sabes cuánto estimo estas reflexiones que hoy nos dejas...
Un abrazo enorme, @germanandradeg
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Gracias por tus hermosas palabras (@emiliorios), amigo mío, y gracias por permitirme participar. Un fuerte abrazo virtual.
Esto es algo que nunca la IA podrá redactar...
Me viene hoy como anillo al dedo.
Y ese es el tema que trato hoy en la comunidad.
También estás invitado a comentar.Gracias a tí siempre, y desde el corazón, por estar, @germanandradeg