Llegaron los mangos al local donde trabajo y el alto precio me grita es mejor quedarse con el sabor del recuerdo, porque igual ningún mango estará a la altura de los mangos de mi Cumaná.
A veces pierdo la noción de lo lejos que estoy y se olvida por instantes, que justamente hoy, hace 5 meses subía por primera vez en mi vida a un avión con la vida metida en una maleta.
Extraño a muchas personas, pero la magia de la tecnologia me hace sentirlos cerca, aunque un mensaje, una foto o video llamada jamás sustituirán un abrazo y compartir un café o una cerveza.
Así me pasa con los mangos, pues estos no se ven nada mal, pero no huelen como los de casa y estoy segura de que me sabrá insipido. Después de todo la fruta para exportarla la recogen demasiado verde y se madura en cajas lo que les roba su dulzor.
Me he fijado que los pocos mangos que vendí en el local no los compró ningún venezolano, creo que ellos, al igual que yo, prefieren quedarse con el sabor de su infancia y sus recuerdos.
Inevitablemente, todo sabe mejor o peor en los recuerdos, porque no tiene nada que ver con el sabor sino con la experiencia; con el instante en que todo ocurre y las circunstancias que lo rodean.
Llegaron los mangos, pero creo que yo me abstendré por un tiempo.
English version
The mangoes arrived at the place where I work and the high price screams at me that it is better to stay with the taste of the memory, because no mango will be as good as the mangoes from my Cumaná.
Sometimes I lose track of how far away I am and forget for a moment that just today, 5 months ago, I got on a plane for the first time in my life with my life packed in a suitcase.
I miss many people, but the magic of technology makes me feel close to them, although a message, a photo or a video call will never replace a hug and sharing a coffee or a beer.
That's what happens to me with mangoes, because these don't look bad at all, but they don't smell like the ones at home and I'm sure they will taste bland to me. After all, the fruit is picked too green for export and is ripened in boxes, which robs them of their sweetness.
I noticed that the few mangoes I sold in the store were not bought by any Venezuelans. I think they, like me, prefer to keep the taste of their childhood and their memories.
Inevitably, everything tastes better or worse in memories, because it has nothing to do with the taste but with the experience; with the moment in which everything happens and the circumstances that surround it.
The mangoes arrived, but I think I will abstain for a while.
Todas las imágenes son de mi autoría tomadas con teléfono Motorola Edge 30 Neo
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