Sé que muchos de quienes lean esto pensarán que es una historia inventada, otros sabrán que es real, otros pensarán que es un extracto de un libro de terror, lo dejo a la imaginación y criterio de cada persona.
Mi recuerdo contigo inicia en una cálida mañana sentados en la arena de una costa caribeña, donde las piedras decoran la entrada al mar y las cavernas se muestran misteriosas a los bordes de la montaña que sirve como rompeolas natural; veíamos en el horizonte como un barco atravesada desde la diestra del mundo hasta la izquierda de la vista haciendo camino en el horizonte. Luego de un par de horas de disfrutar de la vista y hablar tonterías de adolescentes, fijamos nuestra atención en las ruinas de una casa incrustada en la montaña, fácil de apreciar sus límites marcados por una cerca de madera mal elaborada pero imposible de ver en su interior como si de magia se cubrieran sus ventanas.
En medio de la curiosidad decidimos esperar a que fuese de tarde para entrar bordeando el cerro y abrirnos paso en los matorrales que marcaban perímetro protegido de aquella estructura, no paso mucho tiempo hasta que señor bastante mayor pero en muy buen estado físico, evidentemente lugareño por su color de piel particular, sus ropas nuevas pero de corte antiguo y su peculiar sombrero de paja; nos advirtiera que esa era la casa en ruinas y que si pensábamos entrar debíamos tener cuidado ya que en su interior hacían prácticas de magia las brujas del pueblo, que los males eran dejados en ese sitio encerrados por aquellas que se daban la tarea de prestar sus servicios mágicos y, que por nada de este mundo; tomáramos nada para evitar encontrar "lo que no se nos había perdido".
Poco caso hicimos a aquellas advertencias, como dos pendejos nos alejamos haciendo de cuenta que solo caminábamos por el lugar y que lejos de entrar nuestras intenciones eran las de conocer la zona, esperando que aquel viejo se retirase y poder así perpetuar nuestras intenciones. Grande fue nuestra sorpresa al notar que aquel señor luego de unos segundos de dejarlo a nuestras espaldas ya no estaba, de igual forma nos preguntamos ¿Qué podía haber estado haciendo en aquel lugar?, pero al final pensamos que estaba de paso buscando herramientas para los pescadores y que solo había seguido su caminó sin percatarnos.
Luego de una revisión visual y de estar seguros que nadie nos veía, decidimos poner en marcha nuestro plan original escalando el borde de aquel cerro que evidentemente daría al patio posterior de la casa y desde ahí abrirnos paso a través de alguna ventana o puerta mal cerrada como dos asaltantes para así entrar a la casa en ruinas. Fue entonces cuando luego de unos minutos descendimos por lo que parecía una caída natural de agua, en ese momento sin caudal; que nos condujo directamente (pese a no haberlo notado antes) al interior de la casa.
Dentro encontramos una habitación central bastante amplia y muchas habitaciones cuyas puertas o entradas daban todas a esta habitación o área principal, el piso a medio terminar nos permitía ver la tierra rojiza bajo nuestros pies y las paredes de barro daban un aspecto lúgubre acompañado de la poca iluminación del lugar, y fue así como decidimos revisar todas las puertas una por una. De haber imaginado siquiera lo que nos esperaba seguramente habríamos desistido de nuestras intenciones que, aunque nunca fueron malvadas; tampoco contaban con el permiso apropiado para ser llevadas a cabo.
Ya iniciada nuestra exploración, tras la primera puerta encontramos una habitación de herramientas todas viejas y oxidadas, machetes, palas, picos, chucuras, cadenas y algunas cuerdas gruesas y viejas estaban pegadas a las paredes en reposo, llenas de polvo como si en años nadie las hubiera tocado.
En la segunda puerta había un altar con imágenes católicas en estampas pequeñas, santos y ángeles eran el tema central de aquella decoración y algunos vasos secos frente a estas imágenes, con restos de velas en pequeños platos de porcelana antigua, blanca y empolvada que daban un aire a religión que inevitablemente te hacia cuestionar si debías o no estar en ese lugar.
La tercera puerta nos sorprendió con un par de ollas en el suelo, llenas de plumas y huesos que aparentemente serian de becerros o venados por su particular forma alargado como bandera de piratas, dentro de esta ollas y calderos se podía visualizar fácilmente machetes y cuchillos, restos de líquidos secos de color marrón salpicados por todos los alrededores del lugar, estaban todas pegadas a las paredes y el piso en este lugar era de tierra, un olor peculiar completaba el ambiente pesado y las velas consumidas nos hicieron ni siquiera entrar en esta habitación, ya el panorama desde la entrada era suficiente.
En una cuarta habitación notamos que todo estaba vacío y que solo algunos cabos de vela y tabaco se hallaban en el suelo de tierra, tierra que tenía manchas negras quizás por líquidos secos que habían sido dejados en aquel lugar, algunas líneas sin sentido y otras creaban formas geométricas toscas, pero sin significado alguno para nuestros poco experimentados ojos adolescentes, no había mucho que ver, pensamos entonces que podíamos seguir con nuestra tarea de exploración.
Finalmente revisamos la penúltima de las habitaciones la cual tenía solo una mesa de madera negra y sobre esta, una figura de arcilla o barro humanoide, totalmente negra; cada uno de sus ojos era la concha de un caracol, sobre su cabeza dientes de algún pescado en forma de corona, en sus pies se podía ver lo que parecía pezuñas o espuelas de gallos o algún ave de rapiña y sus brazos estaban fabricados por extremidades de cangrejo, sentado en un trono de paja muy bien elaborado, parecía observarnos inerte y vigilante de nuestros movimientos.
En ese momento sentimos que alguien estaba dentro de la casa, escuchamos como una puerta se abría y elegimos los costados del umbral de la entrada dentro de la habitación para adherirnos a las paredes intentando no ser vistos por nadie que pudiera pasar por aquella entrada… Entonces hicimos silencio, incluso respirando suave y lento para no emitir sonido alguno, no sé realmente cuantos minutos nos quedamos paralizados en aquel lugar, nos miramos y decidimos salir corriente rápidamente para darnos cuenta que aquella casa no tenía una puerta de entrada, y que sus ventanas estaban cerradas con cabillas incrustadas en el barro de las paredes, intentamos quitar una pero primero habría regresado quien hizo los ruidos antes de nosotros poder salir, nos apresuramos al patio trasero para darnos cuenta que todas las puertas estaban cerradas fue entonces cuando comenzamos a escalar nerviosos y trastabillando hasta salir de aquel lugar.
Caminamos entre los matorrales y ahí estaba el mismo señor que nos vio y nos interrogo ¿Encontraron lo que buscaban? A lo que respondimos que no, siguiendo nuestro camino de regreso al campamento, ahí transcurrió lo que restaba de tarde entre baños y risas, finalmente llego la noche acompañada de aquella sensación de ser observados desde aquella casa, notamos personas caminando detrás de las carpas y elegimos dormir a turnos armados con cuchillos por si alguien trataba de hacernos daño.
Finalmente, y como cereza del pastel; las constantes visualizaciones de personas caminando en el techo de aquella propiedad para luego ver cómo eran solo sombras no dejaron que nuestros cerebros tuvieran reposo alguno. A la mañana siguiente nos regresamos a la ciudad, un día antes de lo planificado pero agradecidos de poder recordar aquella experiencia que la curiosidad nos regaló en nuestra adolescencia.
Este viaje fue realizado en verano de 1995, año en el cual simplemente no existían los teléfonos celulares con cámara en nuestro país, quizás en todo el continente aún no habían llegado a su comercialización, al igual que el uso de cámaras fotográficas era poco común para viajes cortos, en la actualidad habríamos logrado un registro fotográfico muy bueno de ese lugar, sin embargo, aquella experiencia queda retratada en mi memoria para toda la vida, siendo uno de los incentivos que me llevaron a mis investigaciones en años posteriores sobre temas sobrenaturales.