En la penumbra de su estudio, el poeta yace solo, sus versos fluyendo como lágrimas en un río de indiferencia. Las estrellas, mudas testigos, no escuchan su lamento. Su pluma es su única compañera, trazando palabras que se pierden en la vastedad de un mundo insensible. Triste, muere la poesía en el infierno de ese desolado lugar.
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Gracias por tu poético comentario, @amigoponc. Saludos.