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El paso del tren era una fiesta para los habitantes de aquel caserío olvidado. Había pasado una década desde que el abuelo Pablo llevó a Amanda y a Noelia por primera vez al paradero. Él llevaba una sábana blanca, y cuando el tren doblaba la curva, su luz cegadora iluminaba los cuerpos danzantes, proyectando sombras efímeras sobre el lienzo.

El espectáculo duraba apenas un minuto. Unos alzaban las manos, otros agitaban pañuelos, y el maquinista, en un gesto de cortesía, hacía sonar el silbato. Cuando el abuelo ya no estuvo, las acompañaba el tío Nene. Solo dos veces al mes. Pero el día en que Amanda cumplió dieciséis años, él tampoco estaba.

Al caer la tarde, las hermanas caminaron el kilómetro que las separaba del paradero. Amanda llevaba un vestido blanco de hilo, hecho por su madre, y el cabello suelto hasta la cintura. Noelia, en cambio, se negó a cambiar su bata remendada, a pesar de los ruegos. Solo se arregló el moño. Sabía que iba por obligación: su madre se lo había ordenado, y Amanda terminó de convencerla regalándole su mejor hebilla.

Cuando el silbato resonó, Amanda se acercó a las vías. El tren aminoró la marcha. Noelia se tapó los ojos asustada por el chisporreteo; cuando los abrió estaba allí sola, absorta, sin comprender.

_{Gracias por visitar mi blog, soy Critica de arte e Investigadora Social, amante de la cocina. Te invito a conocer más de mi, de mi país y de lo que escribo.}_{Esta publicación ha sido escrita y documentada por mí.}

English

The trip

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The passing of the train was a celebration for the inhabitants of that forgotten hamlet. A decade had passed since Grandpa Pablo first took Amanda and Noelia to the bus stop. He carried a white sheet, and when the train rounded the curve, its blinding light illuminated the dancing bodies, casting fleeting shadows on the canvas.

The spectacle lasted barely a minute. Some raised their hands, others waved handkerchiefs, and the engineer, as a gesture of courtesy, blew his whistle. When Grandpa was gone, Uncle Nene accompanied them. Only twice a month. But on Amanda's sixteenth birthday, he wasn't there either.

As evening fell, the sisters walked the kilometer to the bus stop. Amanda wore a white linen dress made by her mother, and her hair was loose to her waist. Noelia, on the other hand, refused to change her patched gown, despite her pleas. She only fixed her bun. She knew she had to go: her mother had ordered her to, and Amanda finally convinced her by giving her her best hairpin.

When the whistle blew, Amanda approached the tracks. The train slowed down. Noelia covered her eyes, frightened by the crackling noise; when she opened them, she was there alone, absorbed, uncomprehending.

_{Thank you for visiting my blog. I'm an art critic and social researcher who loves cooking. I invite you to learn more about me, my country, and what I write.}_{This post has been written and researched by me.}

El viaje

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