Gladys caminaba de un lado a otro de la casa con la factura del agua en la mano. Estaba nerviosa porque veía que el número escrito en aquel papel era muy largo. "¿Cómo pudo pasar esto?", se preguntaba rascándose la cabeza. Ella vivía sola con su hija, así que era muy difícil que entre las dos hubieran gastado tanta agua, esa factura debía de estar mal. Su tía Mercedes no le cobraba alquiler por vivir en aquella casa, pero le exigía que tuviera al día las facturas de los servicios, no tenía más opción que conseguir como pagar.
Esa mañana su primo Joel le había llevado un cajón de lechosas verdes y otro de naranjas, que era lo que él cosechaba en su terreno, pensó que solo vendiéndolos en el mercado no lograría reunir el dinero, así se fue a comprar azúcar y unos papelones para hacer un rico dulce. El dulce lo podía vender más caro y reunir dinero para la factura y para hacer el mercado de esa semana.
Cuando Lidia llegó del liceo encontró a la vecina, parada de puntillas para poder ver por la ventana de la casa que estaba orientada hacia su jardín, pensó que era una vieja chismosa que estaba espiando a su mamá y que para colmo llevaba en las manos un racimo de las trinitarias del jardín de ellas "chismosa, envidiosa y ladrona" pensó. En vez de reclamarle se le acercó y le dijo: "Señora Claudia, ¿está buscando a mi mamá?". La vecina, al verse sorprendida en su fechoría, se puso tan nerviosa que se le cayeron las flores de las manos y tartamudeó que ya volvería después, recogiendo las flores y yéndose a toda prisa. Lidia reía para sus adentros viéndola tan azorada.
La casa olía a clavo y papelón, a dulce calentito, y Lidia se sintió feliz, al abrir la puerta y llenar sus pulmones con aquel olor exquisito. Su mamá llevaba un pañuelo en la cabeza y un delantal de flores, estaba cantando mientras llenaba frascos con aquel manjar. "Lávate las manos y ayúdame con la cena" le dijo su mamá. Lidia hizo unas arepas con perico y mientras comían su mamá le contó lo de la factura del agua. Nada le quitaba de la cabeza que la vecina tenía algo que ver con aquel problema, pero no tenía pruebas.
Por la mañana Lidia se llevó una parte de los dulces para venderlos en el liceo y Gladys se llevó el resto a la bodega y algunas tiendas cercanas para venderlos al mayor. Para el final del día tenían vendido al menos la mitad de los dulces. Se hicieron un jugo de naranja y pensaron que como el día siguiente era sábado, podían vender jugos en el estadio cercano, después de todo los sábados siempre había partidos de la liga infantil. Exprimieron las naranjas y se acostaron temprano para descansar bien.
El sábado fue caluroso y movido, se llevaron los dulces y el jugo para venderlo. Para las tres de la tarde volvían bronceadas y con todo vendido. Se bañaron, comieron y decidieron ver una película, felices del gran equipo que formaban; el lunes saldarían la exorbitante factura e idearían un plan para descubrir si la vecina les estaba robando el agua.
Esta es mi participación para "Cuéntame una historia" de esta semana, espero que se una a la iniciativa @felixmarranz y @nancybriti1.
Imágenes de mi autoría, tomadas con teléfono Redmi 9a y editadas en Snapseed.
Este relato tan dulce hizo que se me volviera agua la boca. Aunque escrito de manera sencilla, despierta esas sensaciones de dulzura tan nuestra. Hasta las arepas con perico cumplen el cometido. Excelente.
Me hace muy feliz este comentario, muchas gracias. 😊