Saludos, comunidad Literatos. Es mi primera vez publicando una historia corta aquí; espero la disfruten y puedan darme sus impresiones.
Ha empezado el último día de mi vida ¡Qué día! Ojala nunca termine. No sé cómo he llegado aquí, o cómo es que sé que ya no me queda más tiempo. Da igual. No me quejo, voy aprovechar lo que me han regalado; me lo merezco después de tanto trabajar. Descanso y satisfacción. Las únicas cosas que un hombre desea al final son las que se le han negado toda la vida.
Al principio de la jornada soy un chiquillo; miro mis manos, tan pequeñas que creo que son de juguete. Observo alrededor y todo luce grande, imponente. Intento levantarme pero caigo; algo me impulsa a llorar. Lo hago de forma incontrolable. Alguien entra al cuarto. Una mujer, es tan hermosa, tan radiante. Cuando me toma lo hace con una gentileza que me calma casi de inmediato. Empieza a mecerme de lado a lado. El suave bambolear acompañado del tarareo de una canción hacen que me sienta en el cielo. Ella es lo único que existe en este momento y yo estoy bien con que mi mundo entero sean solo sus brazos.
De pronto ya no estoy ahí. Soy algo más grande. Un niño. Puede que tenga diez, once o doce. No lo sé. Solo sé que quiero correr y saltar. Estoy en un parque. Hay más niños a mí alrededor. Empujan, gritan y ríen. No importa el desorden, ni la suciedad. Solo el impulso del aquí y el ahora. Lo espontaneo y lo natural. Se siente increíble. Como si nada más importara.
El escenario cambia de nuevo. Ahora soy un adolescente. Estoy en la playa, sentado sobre la cálida arena. El sol me quema la piel, pero es agradable. Noto que hay alguien a mi lado. Es una chica. Su cuerpo es flaco y delicado. No tiene una figura perfecta, pero igual me parece hermosa. Mis manos se entrelazan con las suyas mientras escucho las olas golpear. Me acerco un poco. Mira a mis ojos, luego a mi boca. Luego me fijo en la suya. Se ve tan pequeña y linda. Mi corazón golpea con fuerza, estoy algo mareado, pero la emoción puede más que la timidez y le doy un beso con algo de torpeza, ella se ríe. Su sonrisa me parece mucho más bella que el mar que se extiende ante nosotros.
Cuando la beso de nuevo, ella ya no es ella. Estoy en otro lugar, con otra chica. Mi cuerpo es más grande. Mucho más. Soy un hombre, y hay una mujer despampanante muy cerca. Estamos desnudos. No puedo dejar de mirar cada centímetro de su cuerpo. Está encima de mí, puedo verla alzarse como un monumento. Jadea, sube sus caderas de arriba abajo y cada vez que lo hace tiemblo de placer. Se acerca aún más y me besa, la tomo por el cabello. No puedo contenerme, se siente tan bien que empiezo a perderme. No soy yo. Somos ella y yo, conectados. Un solo ser en dos cuerpos. Aquello se detiene abruptamente en una explosión que me deja exhausto y satisfecho. Nos abrazamos, no decimos ni una palabra, solo intercambiamos caricias hasta que me duermo. Quisiera que esto nunca termine.
Al abrir mis ojos aparece ante mí un amplio jardín. Estoy bajo un techo de madera contemplando las flores que salpican de rojo, azul, blanco y morado el verde de la hierba. Es hermoso. Hay un suave olor a café en el aire. Me gusta el café. Me siento en una silla mecedora que encuentro. Cruje. No. La silla no cruje, son mis huesos los que lo hacen. He envejecido. Mal asunto.
Una criaturita se acerca correteando. Es una niña. Es tan adorable. Se parece un poco a mí, aunque hay algo en ella que no logro distinguir. Se sienta en mis piernas. Soy su abuelo, al parecer. Me pide que le lea un cuento. El tiempo pasa y nubes grises llenan el cielo. Termino el cuento, acompañado del suave goteo de la lluvia en el techo. La niña se ha dormido en mis piernas, que ya no siento pues están entumecidas por el peso. Duerme tan tranquila que no tengo intención de levantarla. Sigue durmiendo, dulce ángel. Pienso, y luego entro al reino de Morfeo yo también.
Me despierto, no sé dónde estoy; solo veo sombras. ¿Ya acabó mi viaje? No siento mi cuerpo. No puedo moverme. Nunca había sentido tal sensación de opresión. Empiezan a disiparse las sombras. Paso mi mirada por la habitación. Hay luces extrañas por doquier. Mi cabeza duele. Mi cuerpo. ¿Es esto mi cuerpo? Hay serpientes saliendo y entrando de él; no, no son serpientes. Cables y tubos. Me atraviesan para luego desembocar en máquinas esparcidas por todo el lugar.
No puedo moverme. Alguien se asoma por encima de mí. Distingo que es una mujer. Por debajo de esa piel como papel arrugado puedo reconocer un rostro tan familiar como mis manos. ¿Es mi esposa? Estoy confundido. La mujer está llorando. Quisiera que se detuviera, está arruinando mi día. Alguien la toma por los hombros y la aleja de mí con suavidad. Es un muchacho. No, hace tiempo que ya no es un muchacho, es un hombre. Un hombre igual a mí. Mi hijo, supongo. El parecido es obvio, por eso lo deduzco. Me mira con expresión contrariada; veo odio, pero también unas lágrimas que no quiere dejar salir ¿Qué es esto? No lo entiendo. No lo quiero, déjenme volver.
¿Fue a aquella mi vida? ¿Es resultado de las maquinas? ¿Quiénes están conmigo al final? Todo se oscurece de nuevo. Siento algo que es inyectado en mis venas. Vuelvo a estar tranquilo, en paz. Oh sí, ¡qué dicha! ¿Por qué estaba irritado hace un segundo? Lo he olvidado ya. No importa, después de todo es mi último día, debo aprovecharlo. Mi último día. Ojala que nunca…Termine…
FIN
Muchas gracias por leer.
Excelente relato bro.
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La vida es un ciclo, naces, creces, mueres...pero al final, todo el dolor de la muerte y de haber perdido tu vida se desvanece, porque se te otorga la oportunidad de vivir otra vida, a cambio de dejar la anterior.
Muy buen post, este es su primer relato pués continue le va air bien.