Al amanecer, cuando las aceras abrevan con gratitud esas alegres lágrimas de ninfa que brotan alegremente de las mangueras de los barrenderos del turno de mañana y los primeros rayos del sol, bostezando al nuevo día, espían con vehemencia las insondables intimidades de esos ancestrales palacetes que esconden mil y un secretos que la Historia nunca conocerá, Madrid parece una ciudad encantada, que comienza a sacudirse de encima las resacas y pesadillas de la noche.
Es en esos momentos, cuando los semáforos todavía no sienten el temor a las avalanchas de un tráfico que no tardará en volverse infernal y en los vagones de Metro y en los autobuses, los ciudadanos sienten que todavía sus almas pertenecen a las maquinaciones de la noche, cuando Madrid muestra, a quien sepa mirarla con el aprecio que verdaderamente se merece, esa misma carita de gitana que dicen las malas lenguas que muestra también la Luna, cuando se quiere dejar cortejar.
Breve, no obstante, el sortilegio es como la vida de una flor: efímero, pero lo suficientemente poderoso como para enamorar a cualquier corazón tendido al sol.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.



Esta ciudad brilla sola y la ausencia de la gente y los autos, la hace ver mágica.
Muy bellas fotografías @juancar347
Pero es sólo por poco tiempo: el reloj corre y enseguida, cuando los madrileños despiertan, el hechizo se deshace y se vuelve a convertir en un hormiguero de tráfico y gente, que después de todo, también tiene su belleza, sobre todo para los que ya estamos acostumbrados. Muchas gracias por el comentario, @talentclub.
hola parece una ciudad fantasma, todos durmiendo, pasear tiene que ser una delicia
feliz día juankar
Sí, es el mejor momento para disfrutarla, antes de que empiece el tráfago diario de coches y personas. Feliz día
Happy day, my friend