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El idioma español distingue entre SER y ESTAR. Y hasta ese ESTAR está algo impostado muchas veces. Quién no conoce a hijos más tontos que sus padres que les han "manipulado" como han querido. Los afectos, cuando son incondicionales, cierran los ojos de los más sagaces.

Mientras uno tiene los ojos cerrados, deja su sagacidad en suspenso... Hasta que los abre.