Eso es lo que llamamos la ley del fatalismo, el ser humano por el hecho de ser una especies tan débil genéticamente, se acostumbro a temer a todo ruido y a toda sombra que encontraba en su camino, y eso aún no lo hemos podido superar a pasar de haber evolucionado en otras áreas. Nuestro cerebro reptil sigue hoy tan activo como cuando fuimos creados en la antiguedad