Regresaba con mi madre de visitar a Nefer la hechicera en el pantano. Los alrededores estaban tan hermosos que era imposible andar sin mirar a todos lados. Gran parte del paraje se encontraba ya en la casi oscuridad, los enormes arboles impedían el paso de los últimos rayos de sol pasadas las cinco de la tarde. Tendríamos que acelerar el paso si queríamos llegar para la hora de la cena.
Caminábamos mientras conversábamos sobre el tema que nos trajo a la morada a la bruja. Algunos acontecimientos un tanto extraños estaban ocurriendo en las últimas semanas. De pronto mi madre me tomo del brazo atrayéndome hacia ella con brusquedad sorprendiendome. Me indico con el dedo sobre sus labios que no hablara, para luego indicarme escuchar con atención y apuntar al frente. No vi nada, pero si se escuchaba una lejana melodía. Mama me indico caminar de espacio y estar atenta, apenas me susurraba al oído. Dimos unos cuantos pasos que nos sacaron del camino habitual hacia nuestra hacienda, la curiosidad era una de nuestras actitudes!. Los últimos rayos de sol ya desaparecían.
Salimos de la espesa arboleda para entrar a un paraje más despejado, fue entonces cuando comenzamos a oír con mas detalle una suave melodía que algo de experiencia me decía era proveniente de un piano. Nos miramos y tomadas de la mano en actitud de cautela nos encaminamos guiadas por la atrayente música.
El paraje se abrió mas, despejándose de vegetación. La melodía sonaba con más claridad aunque no la lográbamos identificar, hermosas aunque triste. Me parecía que las notas iban tornándose un poco lúgubres a medida que se oían con más fuerza.Por fin divisamos una casa, de donde provendría la música.
Una construcción muy vieja y aparentemente abandonada.
Bordeamos el lugar llamando sin respuesta alguna, solo la música del piano, mas lúgubre y mas fuerte que salía del interior.Decidimos tocar a la puerta, la que claramente hacia mucho no se abría. Dos toques y se abrió sola ante nosotras, mire a mama y su cara llena de curiosidad alimento la mía. Dimos algunos pasos manteniendo la cautela.
El sonido nos llevo a un gran salón de maderas avejentadas que crujían bajo nuestras pisadas. Allí estaba. Un gran piano, en medio del salón que en algún tiempo debió ser muy elegante a juzgar por lo que se podía ver bajo el polvo y las telarañas que cubrían los elaborados muebles. La música fluía, majestuosamente, daba la impresión de estar siendo ejecutada para el disfrute de un público. Las teclas cedían ante un ejecutante invisible que sabía muy bien cómo sacarles lo mejor que podían dar.
La pieza culminó y de la misma forma en el silencio de la solitaria estancia se percibía el aplauso y la aprobación. Inmediatamente otra pieza comenzó a sonar.
Mi madre se había acercado a la polvorienta chimenea del gran salón y miraba un enorme cuadro en la pared, mientras, yo daba una ojeada a ver si encontraba alguna pista sobre el lugar cuando ella volteo y me hizo señas para que me acercara. En el cuadro estaba plasmada la imagen de aquel salón, el piano imponente siendo ejecutado por un elegante hombre de atuendo negro, los presente todos muy elegantes con trajes de algún tiempo atrás, unas acomodadas en aquellos muebles otras de pie, encantadas todas con el pianista.
Definitivamente la historia que la hechicera del pantano acababa de compartir con nosotras algunas horas antes era tan cierta. Ya varias personas que transitaban aquellos parajes habían sido atraídas hacia la vieja casona por el sonido de aquel piano. La cosa era que la mayoría de ellas no se habían vuelto a ver más.
Mi madre que aun seguía mirando las pinturas colgadas en las avejentadas paredes cuando volvió a reclamar mi atención, esta vez con visible alteración. Recorrió con su índice sin tocar otra de las pinturas. Algunas de las siluetas eran un tanto borrosas. Abrí mi boca por el asombro al detallar el cuadro ante mí. En esta pintura el ejecutor estaba de pie ante el piano. La mirada de aquel hombre ataviado de negro traspasaba lo real. Ojos profundos sin brillo, en unas huesudas cuencas. Las personas se encontraban esparcidas por el salón, unas conversaban otras miraban los cuadros, en las mismas posiciones en la pared. Lo más curioso de esta pintura era lo discordante de la vestimenta. Había en los atuendos al menos representadas diez décadas. Tres de esas personas llevaban ropas de esta época. La melodía comenzó a sonar mas y mas fuerte, tornándose más lúgubre y ensordecedora. Nos llevamos con desespero las manos a los oídos y tratamos de salir. Casi no podíamos avanzar debido al estruendoso sonido, que ya había dejado de ser música.
La puerta fue abierta con violencia. Nefer nuestra amiga y poderosa hechicera entró llenando el ambiente de una especie de incienso. La bruja y las dos personas raramente ataviadas que la acompañaban ejecutaban en voz muy fuerte un cántico tan extraño como la melodía de aquel piano. Llevaban cirios encendidos que sostenían junto con unos colgantes de cuentas en sus manos. Una brisa en remolino removió polvo y cosas por todo el lugar. El piano cesó su ejecución por completo. Se sintieron pasos en huida que hicieron crujir con fuerza la madera vieja de aquellos pisos.Corrimos afuera donde al rato estaba la bruja, sola, sin acompañantes.
Nos dijo que al enterarse que no llegamos a casa, busco alguna prenda nuestra para dar con nosotras usando sus dones. No dio explicación sobre sus acompañantes, pero si escuchó atenta nuestra experiencia. Ahora entendía algunas cosas que de manera extraña estaban sucediendo en los alrededores de su pantano……… !
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