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Pulir el bigote de bronce
Bitraldo, así era el nombre de un pueblo más pintoresco que encantador, donde no había otra atracción que una gran estatua de bronce de un señor desconocido con bigote. Cada año, turistas y locales se reunían alrededor de la estatua con un único objetivo: tocar su bigote. Esto se había hecho prácticamente un ritual para atraer la fortuna, quizás ayudado por el desconocimiento de quién, cómo y por qué se había construido la estatua.
Muchos llegaban escépticos, y otros con toda la esperanza puesta en un cambio a la buena fortuna en sus vidas. Pero, en verdad, eran pocos los que podían resistirse a la tentación de al menos rozar el bigote bronceado, que el paso de tantas manos lo había dejado reluciente y con un brillo casi cegador. Algunos aseguraban que se podía distinguir el brillo bronceado del bigote a varias calles de distancia.
Un día, un joven llamado Pablo llegó al pueblo, más por curiosidad que por convencimiento. Pablo estaba casi seguro de que había nacido bajo la mala suerte y que nada podía cambiar en su vida. Siempre fue conocido por su mala fortuna, torpeza y despiste, algo que solo superaba su gran corazón.
Al llegar al pueblo, Pablo, sin quitarse el polvo del camino, se dirigió a la estatua, donde vio una gran fila de personas. Así que no le quedó más remedio que esperar su turno pacientemente. No obstante, como era habitual, en el momento en que le tocó acercarse a la estatua, su torpeza y distracción hicieron que resbalara y terminara golpeando su cabeza con el bigote de la estatua. Solo pudo exclamar: maldita estatua, no das suerte, mientras la gente se burlaba y otros corrían asustados a socorrerlo.
El golpe en la cabeza fue tan grande que Pablo no tuvo más remedio que ir al hospital, donde fue atendido por una encantadora doctora llamada Clara, que sobresalía por su amabilidad e inteligencia. Increíblemente, esta consulta por un accidente se convirtió en el inicio de una bonita amistad, seguida de amor, y finalmente, Pablo y Clara formaron una hermosa familia. Años después, mientras jugaban con sus hijos en el parque, Pablo no podía dejar de pensar en lo feliz y llena de suerte que había sido su vida. Simplemente se acercó a la estatua, pulió un poco el bigote y exclamó: tal vez sí traes suerte después de todo. ¡Gracias!
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Polishing the bronze moustache.
Bitraldo, such was the name of a village more picturesque than charming, where there was no other attraction than a large bronze statue of an unknown gentleman with a mustache. Every year, tourists and locals would gather around the statue with one goal in mind: to touch his mustache. This had practically become a ritual to attract fortune, perhaps aided by the lack of knowledge of who, how and why the statue had been built.
Many came skeptical, and others with all hope for a change to good fortune in their lives. But, in truth, few could resist the temptation to at least brush the bronzed mustache, which the passage of so many hands had left it gleaming and with an almost blinding shine. Some claimed that one could distinguish the bronzed glow of the mustache from several streets away.
One day, a young man named Pablo came to town, more out of curiosity than conviction. Pablo was almost certain that he was born under bad luck and that nothing could change in his life. He had always been known for his bad fortune, clumsiness and absent-mindedness, something that was only surpassed by his big heart.
Arriving in town, Pablo, without dusting off the road, went to the statue, where he saw a large line of people. So he had no choice but to wait his turn patiently. However, as usual, the moment it was his turn to approach the statue, his clumsiness and distraction caused him to slip and he ended up hitting his head on the statue's mustache. He could only exclaim: damn statue, you are not lucky, while people mocked and others ran scared to help him.
The blow to the head was so great that Pablo had no choice but to go to the hospital, where he was attended by a charming doctor named Clara, who was outstanding for her kindness and intelligence. Incredibly, this consultation due to an accident became the beginning of a beautiful friendship, followed by love, and finally, Pablo and Clara formed a beautiful family. Years later, as they played with their children in the park, Pablo couldn't stop thinking about how happy-go-lucky his life had been. He simply walked up to the statue, polished his mustache a bit and exclaimed: maybe you do bring luck after all. Thank you!
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Saludos.Excelente historia. Habrá que ir a vacacionar este año 2025 por Bitraldo, y tocar el bigote de la estatua de bronce☺.Bendecida semana☀
Que alegría mi estimada amiga que gustara mi historia, no sabía si publicarla porque no soy bueno escribiendo historias de humor. Un gran saludo lleno de mi bendición.