Salud Mental | Equilibrio en un mundo desequilibrado [ESP-ENG] Mental Health | Balance in an unbalanced world

in Hive Argentina 🇦🇷last month (edited)
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Ayer me sonrió el café y un poco en broma voy a abordar el tema de la salud mental desde mi experiencia personal y mi relación con diferentes profesionales especialistas en el tema.

Por serio que sea el asunto, prefiero tomarlo con cierto grado de humor, por aquello de que el que se ríe, sus males espanta, aunque el refrán dice el que canta, pero la risa me es más natural, pues cuando canto invoco la lluvia y la tormenta.

Esta toma de mi habitación quizás ilustre la soledad, la oscuridad en se sumerge el afectado por la depresión o algún otro estado alterado de las emociones, la conciencia o la mente alejada del normal funcionamiento.

Conocí a mi primer psiquiatra a los 12 años, un profesional dedicado y amigable, graduado de la primera promoción de psiquiatras de la Universidad Central de Venezuela, que trataba a un familiar y me ayudo a tramitar mi equivalencia de estudios, con excelentes resultados, a pesar de la animadversión de los funcionarios del Consejo Técnico del Ministerio de Educación.
Años después, que en la distancia del recuerdo no parecen tantos, me vi en su consulta solicitando ayuda. Y luego de una conversación o sesión, me recomendó poner distancia entre mis problemas y yo, además de una receta para un ansiolítico suave, recuerdo un frasco de 100 pastillas y cuando pregunte, que hasta cuando las debía tomar, me respondió: Cuando no las necesites, lo sabrás y dejarás de tomarlas.
Cuando el frasco estaba por la mitad y me sentía mucho mejor, algunos días olvidaba tomarla y se lo comente a mis primos, consideramos si solo se trataba de un placebo y para averiguarlo, le dimos una pastilla a la más loca del grupo que frecuentábamos. Y resulto que no era un placebo, durmió 4 horas mientras los demás jugábamos o bailábamos. Actos inconscientes de juventud, que al parecer no tuvieron consecuencias.
Visite a varios psiquiatras, pero por razones laborales y comerciales, todos muy agradables y a diferencia de otros médicos, recibían a los representantes de los laboratorios con simpatía, incluso superior a la de los pediatras, en contraste con cardiólogos, oncólogos y otros especialistas, que en ese momento considere prepotentes y afectados sacerdotes todopoderosos de la salud. Con el tiempo, comprendí la realidad.
Muchos visitadores médicos, hombres hechos y derechos, evitaban a los psiquiatras por temor a que les manipularan la mente. Y entre un pediatra y un cardiólogo o un oncólogo, hay un abismo emocional. Al primero se le recuperan el 99,99 % de los pacientes, y los ve crecer sanos y fuertes, mientras a que a los segundos les sucede lo contrario y con el tiempo ven como la enfermedad y los años, les ganan la batalla.

Deje la industria farmacéutica y la salud, por el comercio de alimentos y golosinas, donde seguí la carrera en pos de la zanahoria, como agente libre y asalariado, con algunas experiencias en otros ramos como la confección, la refrigeración, los intangibles seguros y hasta la seguridad industrial y la distribución de diarios y revistas. Y a los 40 llego el colapso, la desconexión.
Aunque no me crean, estaba muy consciente de que me desconectaba de la realidad y en la azotea tenía un cortocircuito de campeonato. Me fui caminando a la clínica más cercana, donde pregunte por el consultorio de un psiquiatra y por fortuna uno estaba pasando consulta en ese momento.
Me recibió casi de inmediato y aunque aporree su escritorio y hasta me subí a la mesa, logro calmarme y con medicación oral y ambulatoria me devolvió a la realidad, luego de 30 o 40 horas de sueño inducido.
Desperté aparentemente normal y me alisté para asistir a una fiesta de matrimonio, en que los novios consideraron aplazar, si mi condición no mejoraba, pero asistí y brinde por la feliz pareja. Muy pocos, solo ellos, mi esposa y el mesonero cómplice, supieron que mi trago era de utilería, soda, hielo y unas gotas cola. Un güisqui perfecto.
En dos semanas de vuelta al trabajo, con tratamiento para la depresión y visitas regulares al galeno hasta que me dio de alta unos años después.

Pisando los 50, otra vez la burra al trigo, falta de sueño y delirios.
Esta vez pintaba grave la situación y me vistieron a la moda del manicomio con la camisa de mangas largas y amarrado a la camilla, inyectado, tuve sueños que a muy pocos he compartido, ni siquiera a los médicos. Dos semanas bajo observación, entre otros perturbados, llegue a sentirme como Jack Nicholson en el manicomio. Un psicólogo me daba trabajo manual para distraerme, mi médico muy comprensivo, pero no tuvo mucho contacto conmigo y la jefa del servicio que cada dos días conversaba y para evaluar mi progreso, me hostigaba. Recuerdo que el último día de encierro se lo dije: Me cae mal, pero ya vi lo que pretende, no voy a pelear, tampoco soy agresivo. Deje el juego. Al día siguiente me dieron de alta y deje en aquel lugar dos escoltas que me cuidaban inclusive de los doctores y una admiradora que se quedaba con las meriendas.
Durante un tiempo asistí con regularidad a la consulta del psiquiatra y tomaba regularmente un medicamento, hasta que un día, en medio de la escasez, desapareció de las farmacias. El doctor me cambio la receta por uno muy similar, salvo por el precio, 10 veces más costoso, tenía la ventaja de que en lugar de tres, pase a tomar solo dos pastillas por día.
La crisis siguió y este también desapareció, de nuevo el doctor me prescribió un sustituto, solo que la dosis me la ajustaría de acuerdo a la presentación que encontrara. Este detalle no me agrado y decidí averiguar de que se trataba, resulto ser un derivado de Litio con tantas advertencias acerca de posibles efectos no deseados y adversos, que decidí tomar el riesgo de no medicarme y enfrentar un episodio de euforia y depresión. Con los años llego a presentarse una euforia repentina, pero para cuando el doctor me recibió en la consulta, ya me sentía bien.
Me advirtió acerca del riesgo de no medicarme, pero también se sorprendió de los cambios en mí y como me había manejado.
Ya no fumaba, no trabajaba para un patrón, estaba emprendiendo con mi familia, leí acerca de psicología y religión, fue un proceso de renovación, en cierta manera un reseteo del disco duro en que deje atrás, hábitos y creencias, y aunque de esto ya pasaron más de once años, continuo limpiando los archivo de cuando en vez.
No puedo decir que me cure, o que fue la lectura, los cambios de hábitos, la meditación, el yoga, o la combinación de todos, lo que resulto en un ser humano mejor y equilibrado. He conocido personas diagnosticadas como bipolares con comportamientos complicados, por decir lo menos, así que no le doy mucha credibilidad a la etiqueta.
Creo que hemos creado un estilo de vida muy poco saludable que nos lleva a padecer crisis cuando las circunstancias nos superan, cuando el estrés se acumula y hace estragos. Y no resulta fácil salir de la rueda hasta que la vida nos patea.
Quienes insisten en continuar sin cambios terminan en peores condiciones o se van de la competencia antes de tiempo.
A grandes rasgos, esta es la biografía de mi salud mental desde mi perspectiva.
Una última reflexión: Desechen los tabús y las etiquetas y si en algún momento sienten que algo no anda bien en su azotea, con sus sentimientos o emociones, que el mundo es oscuro o triste. Griten. Pidan ayuda, acudan a un profesional de la salud mental, no le digan loquero, cuantos se trate un desorden o un problema de cualquier índole antes se puede resolver y no dejar que una roca, se convierta en montaña o cordillera. Luego será un imposible.

Pronto cumpliré 66, si todo me sale bien, ya les invitaré para el 99.

And now in English

Mental Health | Balance in an unbalanced world

Yesterday coffee smiled on me and I'm going to address the topic of mental health, jokingly, based on my personal experience and my relationship with different professionals who specialize in the subject.

However serious the matter may be, I prefer to take it with a certain degree of humor, because he who laughs, scares away his own ills, although the saying goes that he who sings, but laughter is more natural to me, because when I sing I invoke the rain and the storm.

This shot of my room perhaps illustrates the loneliness, the darkness that plunges someone affected by depression or some other altered state of emotions, consciousness or mind away from normal functioning.

I met my first psychiatrist when I was 12, a dedicated and friendly professional, a graduate of the first class of psychiatrists from the Central University of Venezuela, who treated a family member and helped me process my equivalence of studies, with excellent results, despite the animosity of the officials of the Technical Council of the Ministry of Education.
Years later, which in the distance of memory do not seem so many, I found myself in his office asking for help. And after a conversation or session, she recommended that I put distance between my problems and myself, as well as a prescription for a mild anxiolytic. I remember a bottle of 100 pills and when I asked her how long I should take them, she replied: When you don't need them, you'll know and you'll stop taking them.
When the bottle was half full and I felt much better, some days I forgot to take it and I mentioned it to my cousins. We considered whether it was just a placebo and to find out, we gave a pill to the craziest one in the group we frequented. And it turned out that it wasn't a placebo. She slept for 4 hours while the rest of us played or danced. Unconscious acts of youth, which apparently had no consequences. I visited several psychiatrists, but for work and business reasons, all of them were very pleasant and unlike other doctors, they received the representatives of the laboratories with sympathy, even more than that of the pediatricians, in contrast to cardiologists, oncologists and other specialists, who at that time I considered arrogant and affected all-powerful priests of health. Over time, I understood the reality.
Many medical representatives, grown men, avoided psychiatrists for fear that they would manipulate their minds. And between a pediatrician and a cardiologist or an oncologist, there is an emotional abyss. The former recovers 99.99% of the patients, and sees them grow healthy and strong, while the latter are the opposite and over time they see how the disease and the years win the battle.

I left the pharmaceutical and health industries for the food and candy trade, where I followed the carrot-for-carrot career as a free agent and salaried employee, with some experience in other branches such as clothing, refrigeration, intangibles, and even industrial safety and newspaper and magazine distribution. And at 40 came the collapse, the disconnection.
Although you may not believe me, I was very aware that I was disconnecting from reality and on the roof I had a championship short circuit. I walked to the nearest clinic, where I asked for a psychiatrist's office and fortunately one was having consultations at that moment.
He received me almost immediately and although I banged on his desk and even climbed on the table, he managed to calm me down and with oral and outpatient medication he brought me back to reality, after 30 or 40 hours of induced sleep.
I woke up apparently normal and got ready to attend a wedding party, which the bride and groom considered postponing if my condition did not improve, but I went and toasted the happy couple. Very few, only them, my wife and the accomplice waiter, knew that my drink was a prop, soda, ice and a few drops of cola. A perfect whiskey.
In two weeks I was back at work, with treatment for depression and regular visits to the doctor until he discharged me a few years later.

Approaching 50, again the donkey to the wheat, lack of sleep and delirium.
This time the situation looked serious and they dressed me in the style of the asylum with a long-sleeved shirt and tied to the stretcher, injected, I had dreams that I have shared with very few, not even the doctors. Two weeks under observation, among other disturbed people, I came to feel like Jack Nicholson in the asylum. A psychologist gave me manual work to distract me, my doctor was very understanding, but he didn't have much contact with me and the head of the service who talked to me every two days to evaluate my progress, harassed me. I remember that on the last day of confinement I told her: I don't like her, but I've seen what she wants, I'm not going to fight, I'm not aggressive either.o. I quit the game. The next day I was discharged and I left behind two bodyguards who looked after me, including the doctors, and an admirer who kept my snacks.
For a while I regularly went to the psychiatrist's office and regularly took a medication, until one day, in the midst of the shortage, it disappeared from the pharmacies. The doctor changed my prescription for a very similar one, except for the price, 10 times more expensive, which had the advantage that instead of three, I took only two pills a day.
The crisis continued and this one also disappeared, again the doctor prescribed me a substitute, only the dose would be adjusted according to the presentation he found. This detail did not please me and I decided to find out what it was about, it turned out to be a lithium derivative with so many warnings about possible unwanted and adverse effects, that I decided to take the risk of not taking medication and face an episode of euphoria and depression. Over the years, a sudden euphoria would occur, but by the time the doctor saw me, I was already feeling fine.
He warned me about the risk of not taking medication, but he was also surprised by the changes in me and how I had handled myself.
I no longer smoked, I no longer worked for an employer, I was starting a family business, I read about psychology and religion, it was a process of renewal, in a way a reset of the hard drive in which I left behind, habits and beliefs, and although more than eleven years have passed since then, I continue to clean the files from time to time.
I cannot say that I have been cured, or that it was the reading, the changes in habits, meditation, yoga, or the combination of all of them, which resulted in a better and balanced human being. I have known people diagnosed as bipolar with complicated behaviors, to say the least, so I do not give much credibility to the label.
I believe that we have created a very unhealthy lifestyle that leads us to suffer crises when circumstances overwhelm us, when stress accumulates and wreaks havoc. And it is not easy to get out of the wheel until life kicks us.
Those who insist on continuing without changes end up in worse conditions or leave the competition early.
Broadly speaking, this is the biography of my mental health from my perspective.
One last thought: Throw away the taboos and labels and if at any time you feel that something is not right on your roof, with your feelings or emotions, that the world is dark or sad. Scream. Ask for help, go to a mental health professional, do not call them a shrink, as soon as a disorder or a problem of any kind is treated, it can be resolved and do not let a rock become a mountain or a range. Then it will be impossible.

I'll be turning 66 soon, if all goes well, I'll invite you for the 99th.

Sort:  

Leo esta biografía de su salud mental con mucha admiración y respeto. Principalmente, porque probablemente ha tenido miedo, pero no se ha dejado vencer por este, y ha caminado hacia su equilibrio y bienestar durante años. Ha solicitado ayuda, ha hecho cambios, se ha instruído en el tema, pero, sobre todas las cosas, se ha escuchado, y eso es muy valioso. Eso le permite saber identificar cuando está caminando sobre una cuerda floja, cuando parar, cuando tomar un respiro.
Ha tomado las riendas de su salud mental con sus propias manos, y eso es algo que precisa de valentía y que merece ser compartido. Sobre todo, porque algunas personas se rinden en el camino: "El psicólogo que visité no me gustó entonces nunca volví a ir a uno" "No estoy tan grave para tomar medicinas". Algunos desequilibrios mentales son como una fractura o un esguince, requieren cuidados especiales, medicación, y reposo. Gracias por desmitificar muchos temas en torno a su salud mental y, sobre todo, por compartir su historia de buscar el equilibrio en un país tan desequilibrado y caótico, Repito, admirable!

Gracias, muchas gracias por cada palabra, estimada @sofiaquino98, creo que es importante motivar a quien pueda necesitar ayuda, a que lo haga, que desaparezca el estigma sobre quien acude al psicólogo o psiquiatra.
He tenido oportunidad de tratar con personas afectadas de diferentes condiciones y creo que algunos casos se volvieron crónicos o incurables por no haber sido atendidos oportunamente.
Ojalá todas las publicaciones en las diferentes comunidades alcanzaran para motivar a buscar ayuda cuando se necesita.

Salud y paz. Un fuerte abrazo.

De haber sabido esa receta casera del güisky, me hubiese ahorrado mucho bullying por no tomar.
Ya entiendo cuando dijiste que compartimos historias... yo en mi post solo asomé la punta del iceberg, pero creeme que también toqué fondo un par de veces, y mi reseteo fue iniciar un diario para describir desde que me cepillaba los dientes al despertar hasta bañarme y demás cosas que solemos hacer desde niños. Fue como instalar un nuevo sistema operativo.
Gracias a Dios andas bien, y tus nuevos hábitos te han ayudado a lograrlo.

La receta me la enseño un amigo, mi padrino de matrimonio, quien tiene años militando en AA y en mi matrimonio instruyo al mesonero para que le sirviera una copa y brindar, sin tener que dar una conferencia sobre el tema.
Una amistad enriquecedora, recuerdo que nos invitó a su cumpleaños de abstinencia 15 o 20, ya no recuerdo y cuando sirvieron la torta y el quesillo se enojó como nunca lo vi antes, le habían preparado los quesillos con ron. Solo los simpatizantes lo comimos, los miembros de la cofradía ni lo probaron.

Ay noooo, pero que mala jugada esa. Realmente a veces pasan cosas que uno termina pensando si fueron tentaciones para determinar si estamos realmente convencidos de ir por la vía correcta.

Es posible.

No sé qué decir mi querido @felixmarranz. Llegué a Hive en un momento de reconstrucción personal. Algunas situaciones que comentas me resuenan desde el corazón. Otras desde la cabeza, como la inutilidad de las etiquetas psiquiatrícas. Por momentos me ha emocionado la publicación. Has utilizado el término "desconexión", y creo que es muy acertado.

Hace un par de años, llegó a mi un libro magnífico titulado "conexiones perdidas" que hablaba de la desconexión como origen de lo que llamamos enfermedades mentales. En esto, tanto el autor como tú coincidís de forma muy También el autor pasó por su reconstrucción.

Poco más tengo que añadir. Ya que empecé con un no sé qué decir... Sólo tengo que agregar que de mi andadura por Hive es todo un premio haberte conocido.

Un abrazo muy grande @felixmarranz.

Hola @enraizar.
Es un placer leer tus comentarios, siempre considerados y afectuosos, si no respondí antes, es porque hoy me embarque en un pequeño experimento y me abstuve de conectarme a las redes, estuve leyendo y vi algunas películas, además de otras actividades lejos de las pantallas.
Creo que estamos hiperconectados y eso nos desconecta de quienes están a nuestro lado. Esta tecnología nos facilita muchas cosas, pero nos está haciendo dependientes.
Seguimos en contacto, nobleza obliga, como no contestar a quien escribe siempre.

Un abrazo y hasta pronto.

Buenos días estimado @felixmarranz, hay una gran verdad en lo que dices. Además de las grandes ventajas de las pantallas, existe el peligro de la desconexión de las cosas importantes de la vida.

No me he olvidado de la invitación. Estoy todavía pensando en cómo enfocar la publicación sobre salud mental, pero seguro que algo subiré. De nuevo te agradezco esta invitación.

Qué tengas un gran domingo. Un abrazo.

Muchas veces, estas iniciativas vienen o surgen, por un calendario. Y en la realidad, nos sorprendemos con historias tan contundentes como la suya. Muy agradecido, porque lo cuentes en la comunidad y sobre todo, por sus reflexiones.

Anóteme, para los 99, que llevo el guiski.

Fuerte abrazo

Este post ha sido votado y curado por el equipo Hive Argentina | Participa en nuestro Trail de curación.

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Seguramente serás el que se presente en la mejor condición.
Todos esos kilómetros en bicicleta y flexiones darán frutos más adelante. Y el güisqui puede ser de la marca que prefieras,

Quiero estar en esa fiesta por favor invíteme, @felixmarranz 😉.

Lo ha hecho muy bien, buscar ayuda cuando lo necesitó y no depender de los medicamentos solo en las ocasiones que lo amerita.

Cuando lei litio abri mis ojos enormes, el carbonato de litio lo tomó mi hermano que es bipolar por unos meses y casi lo deja sin riñones, por poco se convierte en paciente reñal, de hecho quedo hipertenso por esa crisis. Me alegro mucho que no la haya tomado.

Buenoa amigo, un dia a la vez.

@soyunasantacruz,
Queda Usted y quien la guste acompañar, invitada formalmente a un cumpleaños que se celebrara dentro de 33 años, 1 mes y 2 semanas.
No se requiere invitación, ni regalo, eso sí, si viene acompañada, traiga 400 sillas. Una para Usted, otra para mí y los demás que se sienten en el suelo.

Deseo de corazón que su hermano se sienta bien de salud y lo más equilibrado posible. Es muy fuerte, llegar a temerle a la alegría. No es tan fácil diferenciar la alegría natural de una euforia surgida de no sé donde.

Sí se puede, un día a la vez.
(cada día trae sus propios afanes. Dice la Biblia. Esperemos a que lleguen)