La textura del desarraigo (Relato corto)

in Literatos4 years ago

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La textura del desarraigo

Estaba en la estación esperando el tren que lo llevaría de nuevo a casa. Tenía 10 años sin ver a sus padres, a su familia, su ciudad, su casa. Sintió que le dolió la grieta que se le hizo al partir. Una grieta que tenía fecha, hora y tamaño, y que cada tanto él acariciaba como se acaricia una herida con la que se ha aprendido a vivir.

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En todos estos años procuró olvidar, vivir la auténtica soledad del desamparado. Allí, mientras esperaba recordó a su madre en la puerta sin decir una palabra, sus hermanas quietas y atemorizadas, y a su padre rojo de la furia dándole latigazos. Su error: estudiar arte, querer ser alguien, no trabajar en el campo. Su padre le dijo aquel día, con cada golpe: poco hombre, niña, mujercita, bastardo. El látigo le cruzó el rostro, pero fueron las palabras las que enterraron sus colmillos afilados. La herida no la habían hecho las manos, sino aquellas palabras de un padre avergonzado.

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Esa misma noche se fue de la casa. La idea era poner distancia. Y así lo hizo. Al principio le dolió la lejanía de los afectos, la soledad de algunas mañanas. También le dio un miedo atroz la angustiante presencia de su padre en los sueños, su sombra vomitando odio, mientras las manos apretaban alrededor de su cuello. En cada noche huía, era un perseguido de aquella sombra que lo señalaba con el dedo. Allí mismo se toca la herida, mientras espera el tren en un espectral silencio.

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Y el tren llega, justo a la hora y se embarcan los pasajeros; y él se queda en el andén, ausente, callado, quieto. Y el tren se va y él no hace nada por detenerlo. Y el hombre se toca la herida que le cruza la cara y sabe que esa herida sangra, a pesar del tiempo

HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS

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Un millón de gracias, amigos! Feliz por su apoyo y voto. Saludos

Qué cosa tan curiosa como una lectura nos puede hacer recordar otras o procurarnos una asociación, por extraña que pueda parecer, con otros textos, con otras impresiones, con otras lecturas. Leyendo esta magnífica y desarraigada exposición, he recordado un desgarrador poema de Miguel Hernández, que se titula Con tres heridas y que comienza diciendo:
Llegó con tres heridas:
la de la Vida, la de la Muerte, la del Amor;
Con tres heridas viene:
la de la Vida, la del Amor, la de la Muerte.
Con tres heridas yo: la de la Vida, la de la Muerte, la del Amor...

Este mismo poema, magistralmente lo cantó también Joan Manuel Serrat. Y en definitiva, me recuerda 'esa grieta que tenía fecha, hora y tamaño...Abrazos

¡Con tres heridas yo: la de la vida, la de la muerte, la de amor! Dios, había olvidado que Serrat también había versionado a Miguel Hernández. Ya me entraron ganas de escuchar a tu compatriota, @juancar347. Uno de mis favoritos es Umbrío por la pena: ¡cuánto penar para morirse uno! Y ya me dio la nostalgia en este sábado lluvioso. Te abrazo desde Cumaná

La vida de Hernández sí que fue una auténtica pena. Yo creo que esa poesía, aunque podamos hacerla propia, se la dedicó a sí mismo. A mí me estremece, cada vez que la leo o cuando se la escucho cantar a Serrat...Otro tan estremecedor como Umbrío por la pena, que desgarra el alma, son sus Nanas de la cebolla. En fin, mi querida amiga, disfrutemos con optimismo el fin de semana. Un fuerte abrazo

El desarraigo, que abordas tan bien en tu relato, es una de las más dolorosas heridas. Y las heridas son tan difíciles de cicatrizar. Inevitable pensar en el título del libro-poema de Armando Rojas Guardia: Yo que supe de la vieja herida. Gracias y un abrazo, @nancybriti.

Creo que esas heridas, las familiares, son las más difíciles de cicatrizar. Una cicatriz no es mala, lo malo es hacer que una herida sangre una y otra vez, y a lamentablemente hay mucho de esto en algunas relaciones familiares. Gracias por tu comentario, @josemalavem

Caramba, ¡que buen relato! Que sentido y que certero. Un gran saludo.